¿Hice lo correcto? ¿No? ¿Debí abandonarlo? ¿Matarlo más? ¿Debí morir ese día?.
Cuando le conocí, su apariencia era simplemente desagradable, pero no más. Deambulaba sin dirección y era difícil deducir de dónde venía, o que lo había hecho llegar ahí; una cosa es cierta, su claro deterioro me decía que debía ayudarle.
Habemos personas con el complejo de restaurador, que insistimos en enfocar las fuerzas en causas decrépitas y lastimadas; dientes que cuelgan de un nervio, heridas internas, huesos rotos, ladrones y alcohólicos, perros moribundos, abortos; aquello cuyo precipicio es insalvable. Todo por catalizar el dolor de un vacío hondo y sin contenido; causas que están pactadas con alguien para ser pérdidas.
–Mira, puedes descansar acá, debes tener frío y hambre, ¿cómo te llamas?
–¿Importa? ¿Para qué necesitarías saber mi nombre?
-Bueno, solo quiero ser amable. Puedes descansar, todo estará bien. ¿Tienes hambre? Toma – le acerqué una bandeja con comida, y agua. Apenas lo miró, no respondió nada.
–¿llevabas ya mucho tiempo donde te encontré? Seguro estarás lastimado.– Insistí.
Somos aquellas personas que exprimen de la carne seca, la última esencia de vida. Yo nos miró más como carroñeros que como “ayudadores”. ¿Los veganos?, ¿PETA? Esos son simplemente mamones simuladores, y no hay nada bueno que decir sobre ellos.
–Puedo revisarte si me dejas, y después un baño.– Pero no respondía. Entonces intenté acercarme.
–¡Déjame! ¿Acaso te he pedido que te acerques?
–¿Me vas a decir tu nombre? ¿qué te sucedió? ¿Por qué te encontré ahí?
Decía que al rescatarle nada sabia de el más que su estado era deplorable; a menudo uno toma decisiones importantes por inercia, y cae en trampas que prácticamente uno mismo se tiende. Se cree en el concepto de la “Piedad” como si fuera un virtud, pero prácticamente todas esas etiquetas esconden un significado opuesto, son más bien disfraces para los impostores, casi lo mismo que la piel de la oveja al lobo.
Cuando se adopta una causa, especialmente en pos de alguna falsa virtud como la “Piedad”, se hace previa evaluación de los beneficios morales que hay en ello, si el proyecto resulta mostrar autonomía como para superar su dependencia, se pasa de él en busca de algo suficientemente deteriorado. Es por eso que los piadosos aman adoptar perros y no personas, cuervos, gatos, reptiles o monstruos. El enervante favorito de un bienhechor siempre será el agradecimiento, y la naturaleza idiota de un perro encaja perfecto con ello.
Se mostraba irritado, entonces me dijo:
-¿Para qué quieres saber todo eso? ¿Acaso tiene alguna importancia? Simplemente no es nuestro destino ser relevantes en nuestras vidas. Querías ayudarme ¿no? Pues lo hiciste, aquí estamos.
-Oye, pero ¿por qué reaccionas así? Yo solo intento ayudar, conocer tu nombre.
-Mi nombre no importa, y no sirve de nada saberlo.
– ¿Por qué piensas que no eres importante como para saber tu nombre?
De su hocico noté una mueca parecida a una sonrisa irónica. Luego dijo:
– No soy yo por quien te interesas, lo que necesitas es darle un nombre a tu gesto, ni siquiera nos conocemos, no estamos destinados a tener nada en común.
Para un restaurador, agradecer es tan penoso como pedir perdón; somos personas tan rotas que ambas cosas suman grietas irreparables en nuestros corazones enfermos. Ese es otro de los motivos que mueven esa fascinación por la pepena que hay en los recolectores de carroña.
– Oye, tienes que relajarte, ¿prefieres volver a la calle con el estómago vacío?
-No sé, dímelo tú, ¿Te sentaría bien que te dejara sin haber logrado hacer nada por mí?
-¡Tienes una actitud muy negativa! Yo sólo quiero platicar.
-¿Tienes ganas de platicar? Entonces deja que te hable un poco sobre ti…
Lo maté pues, porque se mostró hostil, lo suficiente como para recuperarse, como para pronto dejar de necesitarme; de hecho, en realidad nunca lo hizo, no se alimentaba de migajas como los otros, ni parecía tener sed, nunca me miró como su ayudador, pero no se mostró reticente a mi rescate. Lo maté porque era libre y fue su decisión marchitarse; quiso ser su propia víctima y esas cosas no están bien.
Lo maté porque ayudar no es un juego. Algo que cae a voluntad, no debería poder levantarse por sí mismo.
Deja una respuesta