
Esa vez estábamos tumbados en el pasto, no conversábamos acerca de nada, principalmente porque no podíamos hacerlo, en realidad nunca se nos ocurrió que pudiéramos encontrar la manera de lograrlo. Digo que estábamos tumbados porque es la posición en que yo me mantenía. El, ¿o ella?, eso, de hecho estaba inerte en una postura que era, supongo, algo muy natural para él, ¿o eso?.
Simultáneamente decidimos incorporarnos, y comenzamos a andar, yo caminaba con la torpeza habitual que me quedó desde que perdí aquel miembro, (todos piensan que por ser fácil pueden desarmar insectos indiscriminadamente, arrancarles alas, patas o antenas, y que eso no supondrá ningún perjuicio para ellos en el futuro. Sin embargo al mutilarlos y posteriormente liberarlos con vida, la realidad es que uno los condena, y entonces son como muertos vivientes, ni juegan, ni cogen, no van a fiestas y desde luego no tienen amigos, mucho menos hijos, solo viven y tarde o temprano, mueren solos).
Durante nuestra caminata pude observar lo lento que era mi andar respecto a ¿Ella?, un poco por nuestra diferencia de dimensiones, otro poco a causa de la ausencia de una de mis extremidades; no tardó en mostrar su impaciencia, o lo que deduzco como tal, así que comenzó a tirar de mi.
La caminata era larga y accidentada, al menos para mi, y transcurría en silencio, aunque impersonal, puedo asegurar que fue el paseo más armonioso del que pude disfrutar, sobre todo porque mi andar al unísono de ¿el? Era completamente voluntario, minutos antes había decidido dejar de resistirme, y aceptar mi nuevo destino, entonces lo hice con gusto.
Así fue que pude reparar en todos los detalles que nunca había advertido y se desplegaban impresionantes ante mi, la noche tan bonita, el aroma de la hierba, los sonidos nocturnos; desde mi cerebro de insecto me asombré de lo imponente y hermoso que era el andar de ¿eso?, cuidadosamente articulado en cada movimiento. No saltando, no arrastrándose, simplemente se desplazaba con gracia y exactitud.
Entonces comprendí el motivo de su premura, empecé a notar como algunas zonas de mi interior comenzaban a perder volumen y hacerse aguadas, de pronto me di cuenta que estaba convirtiéndome en una especie de contenedor de jugo, así que decidí acelerar mi paso, la experiencia de disolución estaba comenzando a afectar mis ideas y pronto mi cerebro sería parte del mismo licuado, además, estaba determinado a experimentar hasta el último detalle de mi destino final.
Por fin llegamos a su casa, para ese momento yo me encontraba completamente paralizado, pero por suerte aun consciente, me arrastró hacia adentro y en el proceso se desprendió uno de mis ojos. No tardó en comenzar, así que observé con mucha curiosidad y ya sin dolor; miré cómo inició el ritual de limpiar sus piezas bucales y se dispuso a beberme.
Deja una respuesta